Las mentiras de los adultos crean pequeños monstruos.
En mi opinión, se trata de una muy buena película, me parece que tiene dos características muy valiosas: te abduce mientras la estás viendo y te sugiere muchas cosas cuando ya la has visto.
La película es un verdadero festín visual. Coincido con Villaronga cuando dice que pretende —y yo añado que consigue— que las imágenes sean absorbentes (son imágenes que magnetizan, que atrapan, que enganchan), ágiles (la película es trepidante, con mucho dramatismo contenido o explícito), misteriosas (es cine de misterio y no de suspense porque apela a las emociones y no a las reflexiones), evocadoras y atractivas (tienen un gran esteticismo).
El retrato de la España campesina, nada más acabada la Guerra Civil, tiene elementos muy realistas: la reunión a la caída de la tarde al calor de la lumbre ya fuera una chimenea, una estufa o una modesta cocina para contar historias, casi todas de miedo, la clásica foto del niño con el mapa detrás, el protagonismo de la bruma, en un tiempo de incertidumbres.
Pan negro, al final, te deja con un muy buen sabor de boca, la estética de la misma es muy realista y terminas disfrutando de esta gran obra, muy recomendable.

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