Somewhere over the rainbow.
Son muchas las voces que aseguran que Sofía Coppola ha conseguido llegar donde está por el simple hecho de ser hija del realizador de "El Padrino". Yo lo creía, cuando hace unos años pude ver "Lost In Translation" y me aburrí como una ostra con un relato en el que una rubia anormal y el señor Murray, se iban de karaokes por una Tokio de postal. Pero aquella película tenía algo digno de agradecer: era diferente. Intentaba transmitir sensaciones que otras obras esquivaban. Volví a verla recientemente y la cosa cambió. El tedio desapareció y surgió el milagro. De pronto me interesaba lo que me estaban contando. Sofía Coppola ya no era "la hija de su padre", sino una realizadora a tener en cuenta. Un visionado de "Las vírgenes suicidas" y de la infravalorada "Maria Antonieta" confirmaban mis sospechas: "Somewhere" iba a ser una de las mejores películas de su año: 2010.
Como el resto de trabajos de Sofía, en "Somewhere" se nos cuenta la historia de un ser inadaptado, que no encaja y que convive consigo mismo en una prisión en compañía de la soledad. Sólo la inclusión de alguien más en su vida va a hacerle cambiar. Es curioso porque en "Lost In Translation" Murray y Scarlett estaban rodeados, pero era en esos momentos de intimidad donde localizaban los verdaderos vínculos. En "Maria Antonieta" la cosa era diferente: una niñata mimada terminaba aceptando deberes que se escapaban a su comprensión. Aquí la historia sigue a un actor que, de repente, ve como su día a día cambia con la presencia de su hija en su vida. Stephen Dorff da vida a este personaje con una facilidad pasmosa y Elle Fanning, hermana de Dakota, hace un buen papel como hija de Dorff.
El problema de "Somewhere" es que es de Sofía Coppola. Y es un problema porque es fácil que el orgullo de cada uno, y los prejuicios, acaben empañando un trabajo que dista de ser memorable pero que verdaderamente tiene alma y voz. Es diferente, consciente de su condición de película íntima, pequeña. Dicen por ahí que es un "monumento a la nada"; vamos, que si esto no es cine, espero ansioso que alguien me muestre su antítesis: el cine. Independiente e intimista, Sofía Coppola vuelve a acertar con un film de calidad que merece la pena.
La música de Phoenix también es destacable, pues combina a la perfección con el filme y lo hace más llevadero, incluso, podría decír, que lo hace más profundo.

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