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septiembre 28, 2011

Water for elephants.


Life is the most spectacular show on earth.


No tengo nada contra el género romántico, siempre y cuando no engañe a nadie ni invada otros géneros. Con frecuencia suelen estorbarme las historias de amor en las películas, porque muy raras veces se conforman con ser complemento de una aventura o de un misterio, o de lo que sea, sino que acaban comiéndose lo que verdaderamente importa de las películas.

Pero éste no es el caso de "Agua para elefantes". La película de Francis Lawrence es, simple y llanamente, un melodrama romántico de los de toda la vida. Y por esa razón, porque ni engaña a nadie ni pretende ser más de lo que es, la película no sólo me ha gustado, sino que que me ha convencido bastante. 

¿Que antes de empezar ya nos sabemos la historia de "chico conoce chica, pero chica está casada con un hombre tiránico y posesivo, y al final terminan enamorándose"? Faltaría más. Pero repito, ¿es éso algo censurable, cuando desde siempre se ha sabido que la película es exactamente éso? Y aún díría más.... ¿es que acaso otros dramas románticos, mejores o peores, son más originales? 

Aceptado todo ésto, lo cierto es que Agua para elefantes da exactamente lo que promete. Valiéndose de la excelsa fotografía, Lawrence retrata la Gran Depresión con un colorido fascinante que poco o nada tiene que ver con la pobreza real de la época, pero que sirve perfectamente al propósito del realizador, que no es otro que contemplar con nostalgia y cariño una época pasada, simbolizada por medio de la vida circense. Entre medias, la historia de amor, columna vertebral de la película. Obviamente, no nos dice nada nuevo, y todo nos lo sabemos ya antes de empezar, pero no por ello deja de parecerme igual de emotivo. 

Entre los actores, brilla con luz propia un Hal Holbrook al que le bastan y le sobran sus ojos para poner el nudo en la garganta a la platea. Reese Witherspoon, quien no es la mejor actriz del mundo ni tampoco la peor, se encuentra cómoda en un papel a su medida. Robert Pattinson pues está "bien", digamos. Ni entusiasma ni molesta. Está simplemente correcto, y no deja huella ni para bien ni para mal. Aquí, la gran estrella es Christoph Waltz. No hay discusión. El austriaco, jugando con el personaje más complejo de la película, realiza sin duda una de las mejores interpretaciones que vamos a ver en todo el año, y es capaz de pasar de la violencia a las lágrimas y los besos sin apenas despeinarse. En una palabra, magistral.







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